La preocupación por el agua no es reciente. En la Cumbre del milenio, cuna de creación de los Objetivos, se puso de manifiesto la importancia del acceso al agua potable en los más pobres y como su ausencia es una fuente de enfermedades y muertes que podrían evitarse con facilidad. Por eso se propuso como objetivo reducir a la mitad en 2015 el porcentaje de personas que carecen de un acceso sostenible al agua potable y de servicios de saneamiento dignos. Una meta marcada como garantía para la sostenibilidad del medio ambiente, pero que, de hecho, significa mucha más. Poder proveer a la población mundial de un sistema de consumo de agua sostenible y un saneamiento básico adecuado significa eliminar casi por completo el riesgo de contraer enfermedades diarreicas que, hoy por hoy, suponen la segunda causa de muerte entre los menores de 5 años. Significa también poder liberar a niñas y mujeres de la rutinaria y pesada carga del acarreo del agua y ampliar sus perspectivas de futuro. Significa, en resumidas cuentas , dar un salto adelante en la lucha por romper con el ciclo envolvente de la pobreza.
Si bien es cierto que, desde los comienzos, el abastecimiento global de agua potable ha sido una prioridad para los objetivos del milenio, también lo es que los avances logrados no han sido los esperados. Los últimos datos emitidos por la Organización Mundial de la Salud revelan que el 13 % de la población mundial aún no cuenta con un acceso a fuentes mejoradas de agua potable mientras que un 40 % no tiene acceso a saneamiento básico. En cifras representan casi 900 y 2.600 millones de personas respectivamente.
Para conocer bien la realidad de estos datos debemos repasar que es lo que se entiende específicamente por cada uno de los términos que manejamos. Según el programa conjunto de UNICEF y la OMS que monitorea las metas de los ODM relativas al agua, se entiende por...
Una vez definidos los parámetros de lo que se requiere resulta más sencillo ajustar los medios para su conseguirlo, empezando por asistir a los que se encuentran en peor situación. Actualmente 1.100 personas se ven obligadas a defecar a la intemperie por la falta de medios, dando lugar a altos niveles de contaminación ambiental y exposición al riesgo de infecciones microbianas.
Por norma general, allí donde hay dificultades de acceso al agua potable también las hay de saneamiento básico. Ambas carencias generan un escenario donde el riesgo de contraer enfermedades que deriven en muerte es más alto de lo normal. Como es habitual, los niños/as pequeños son siempre los más vulnerables. Las enfermedades derivadas del consumo de agua contaminada provocan de manera directa o indirecta la muerte de un millón y medio de niños cada año. La mayoría son de tipo diarreico y donde se contemplan tres tipos clínicos:
La causa de las muertes por diarrea suele ser la deshidratación y la pérdida de nutrientes que provocan, de modo que es entre los más pequeños donde más incidencia tienen.
Aparte de éstas existen otras enfermedades derivadas de la mala gestión de los los desechos humanos, basuras y vertidos industriales. Entre ellas se destacan la poliomielitis, virus que afecta al sistema nervioso y causa debilidad muscular y parálisis aguda, y la ascariasis, parásito intestinal que se aloja en el interior del intestino delgado y provoca dolores abdominales, desnutrición y obstrucción intestinal. Ambas se contagian a través de los excrementos humanos, afectando tambien a los niños.
Como casi siempre que hablamos de un problema global existe una dimensión donde nosotros podemos ser muy útiles. Educar en el buen uso del agua es fundamental para entender el problema del agua, ya que, aunque se trata de un recurso renovable, es cada vez mas escasa. De nada sirve trabajar para garantizar el abastecimiento global de la población si no fomentamos una mentalidad de ahorro y “buena gestión” de parte de quienes más consumen. En esta faceta nos hemos erigido como líderes absolutos. La OMS destaca en sus informes que mientras los países desarrollados pueden llegar a consumir hasta 300 litros diarios por persona, en las zonas subdesarrolladas las cantidades no superan los 25 litros. Unas diferencias que se pretenden limar con el planteamiento de una línea de consumo razonable situada en los 80 litros por día y persona.